martes, junio 26, 2007

Y ahora ¿dónde están?

En esta ocasión han sido 6 los soldados del ejército español que han muerto en un atentado en el Líbano. 6 jóvenes de entre 18 y 21 años que, al parecer, no son suficientes para los amantes de las caceroladas. Me refiero a todos aquellos que en su día decidieron alzarse en representación de la indignación y la justicia moral abanderando todo ese sucio movimiento del “No a la guerra”.
¿Dónde están ahora? ¿Dónde han decidido esconderse todos aquellos que se manifestaron ante las sedes del PP al grito de “¡asesinos!” y “¡asesinos de niños!”? ¿Dónde han escondido la cabeza los que pasaban las madrugadas aporreando ollas y cazuelas por la calle?
Cuando en la guerra de Irak el Partido Popular se limitó exclusivamente a apoyar a los aliados (como 23 de los 25 países de Unión Europea) las reacciones, absolutamente desproporcionadas y, por supuesto, manipuladas y jaleadas por el PSOE, PRISA y toda una serie de líderes mediáticos de baja catadura moral; no se hicieron esperar.
Desde los famosos mensajes en cadena a los móviles convocando manifestaciones y quedadas bajo la consigna de “pásalo”, a las ya mencionadas caceroladas; pasando, como no, por las apariciones de todos esos tipejos que nutren nuestro estrato cultural (el clan Bardem y cía.). La verdad es que, hablando en plata, se lió la gorda.
Sin embargo, ahora, no pasa nada. Es comprensible, la mayoría de ellos deben estar disfrutando de sus buenas vacaciones o quizá, como ahora ya no interesa un cambio de gobierno, no tienen tantas razones como para desinformar a la gente y hacer todo lo posible –al margen, eso sí, de cualquier tipo de consideración ética- para cambiar la intención de voto de la población.
Quizá sea que andar enfureciendo a las masas y diciendo una mentira detrás de otra al final ya no les resulte tan divertido. Puede que eso de andar manifestándose por las calles les resulte ahora demasiado cansado. O también es posible, por qué no, que mantener esa posición tan progre y antisistema les resulte ahora, con los calores del verano, mientras cambian de un yate a otro, demasiado amodorrante.
El hecho final es que ninguno de ellos ha asomado el hocico. Y ahora, esta vez sí, había razones para hacerlo. En esta ocasión sí que tenemos a nuestros soldados desperdigados por diversos conflictos bélicos y muriendo en atentados porque en sus vehículos blindados ni siquiera cuentan con desinhibidores de frecuencias. Pero aquí no pasa nada. Borrón y cuenta nueva. Y el ministro del Interior todavía tiene las narices de afirmar que, desde mayo, se habían extremado las medidas de precaución…
Y para colmo, porque no acabará ahí la cosa, lo más probable es que las familias de los soldados, esta vez sí, ASESINADOS, no reciban ningún tipo de subsidio ni pensión porque esos 6 chicos “no estaban en una guerra”. Al menos siempre les quedará el consuelo de que, encima de su féretro, pusieron una cruz al mérito militar con distintivo amarillo.
Muy reconfortante.