viernes, abril 27, 2007

España… ¿nación “libre”?

A veces uno se pregunta en qué clase de país vivimos. Nos regocijamos a diario de lo grande que es España, de lo especial que es nuestra nación y de nuestra lucha por la libertad. Somos muy dados a gritar a los cuatro vientos nuestra condición estado líder, avanzado y fuerte. Sabemos que España no es una república bananera, ni un país subdesarrollado con un gobierno dictatorial que impida su evolución política y económica y, sólo por eso; haciendo alarde de una clara y triste postura acomodaticia, muchos se dan por satisfechos.
Sin embargo no es oro todo lo que reluce y muy a mi pesar, hay que reconocer que no somos tan libres, ni tan fuertes ni tan avanzados como creemos.
No se puede ser libre cuando no existe un juego político y democrático sin trabas. No se puede alardear de libertad cuando no existe la posibilidad de que todos los ciudadanos expresen y luchen por sus ideales. Y es que, lamentablemente, no se puede ser un país líder y fuerte cuando el proceso electoral y la vida diaria de muchos políticos se mueven entre el miedo, las amenazas y el terror.
Resulta lamentable que todavía exista una banda de sujetos que, haciéndose valer de la extorsión y la siembra del pánico, controlen el poder y traten de dominar el proceso de conformación política y territorial de nuestra nación.
Afortunadamente, no está todo perdido ni muchísimo menos. Debemos dar gracias por el valor que demuestran algunas personas que, sabiéndose en claro peligro, no dudan en sentarse todas las semanas en los ayuntamientos del País Vasco al lado de los que cualquier día les pueden pegar un tiro.
Seguimos descubriendo listas con matrimonios de concejales ORDENADOS en función de sobre cuál de ellos se pretende atentar primero. Aparecen vídeos que ETA tenía de toda una serie de policías con no se sabe bien qué misterioso objetivo; se siguen poniendo bombas… ¿Qué clase de tregua es esta? ¿En serio hay alguien que pueda creer en el futuro de una negociación con los terroristas? Y, pese a todo, esas personas valerosas siguen ahí, al pie del cañón.
Son esos concejales, políticos y ciudadanos amenazados, los que día a día alzan la voz reclamando la libertad que en realidad no tenemos y que, demostrando un valor y una integridad difícilmente igualable; se enfrentan de verdad a los asesinos y plantan cara al miedo.
Son ellos los que realmente se merecen el aplauso y el reconocimiento por luchar por España y los que deben recibir el apoyo incondicional no sólo del Gobierno, que últimamente deja bastante que desear en el desempeño de esta labor, sino también del resto de ciudadanos.
Si todos diéramos una muestra de al menos la mitad del valor del que hacen gala toda esta serie de admirables personas, firmes en la defensa de sus valores y convicciones, quizá el problema del terrorismo se habría acabado hace tiempo. Quizá habríamos podido acabar con esa manzana podrida que es la ETA en nuestro cesto. Quizá, con un poco de suerte, España ya podría gritar a los cuatro vientos, y con razón, que es una nación grande, poderosa y LIBRE.

martes, abril 03, 2007

Las sorpresas del Peregrino

El peregrino se levanta temprano para iniciar su segunda etapa del Camino de Santiago. La habitación del albergue desprende un penetrante olor al alcohol de romero que todos han utilizado para curarse las ampollas y heridas, resultado de los kilómetros recorridos el día anterior. Lentamente se calza las botas, prepara su mochila y, cuando el sol hace poco que brilla vergonzosamente entre las montañas, abandona la episcopal villa de Astorga, donde confluyen las Rutas Jacobeas Francesa y de la Plata, para dirigirse a Villafranca del Bierzo.
Durante esta segunda jornada, probablemente una de las más hermosas e interesantes de todas y que inicia animado y plenamente dispuesto a enfrentarse a cualquier sorpresa que le depare el recorrido; el caminante atravesará encantadores pueblos y villas abandonados. Son lugares que conservan intactos, pese a su aparente olvido, su sabor medieval y un peculiar colorido formado por todas las tonalidades de la piedra, madera y la pizarra con las que fueron levantados sus ayuntamientos, casas, herrerías e iglesias.
Es después del primer pueblo, Foncebadón, cuando el peregrino inicia realmente su camino. Una vez que, tal y como manda la tradición, deposita bajo la Cruz de Ferro la piedra con la que carga desde su lugar de origen, da comienzo el ascenso y descenso por las montañas que, nevadas aún en pleno mes de abril, ofrecen un paisaje frondoso y espeso que en numerosas ocasiones dificulta el avance de la etapa.
Durante horas el peregrino avanza solo, sin más compañía que su propio pensamiento y el ruido desconocido que emerge entre los árboles y matorrales. Las vistas son increíbles y la naturaleza, cubierta de nieve, le regala una sensación de pureza y armonía que le hace olvidar lo corrompido y crispado que está el mundo que hace apenas tres días ha dejado atrás.
Nuestro amigo aprovecha las horas para meditar y mientras atraviesa tranquilos pueblos como El Acebo, por un momento llega a creer que, quizá si más personas hicieran el Camino, serían menos los problemas que nos rodean hoy en día.
La gente, esencialmente sencilla y modesta, comparte todo lo que tiene aunque sea poco. Todos los peregrinos están cansados, pero nadie niega una sonrisa ni un gesto de aliento o unas palabras de ánimo. Durante unos días todos han dejado aparcados en sus ciudades los odios y rencores, las tensiones y conflictos y algunos quizá logren hacerlo definitivamente.
Anotando en su mente cada uno de estos detalles y después de atravesar Molinaseca y caminar por la calzada romana de Columbrianos, el peregrino se acerca por fin a Villafranca del Bierzo. Es allí donde finalmente, después de una dura jornada, podrá descansar hasta que el sol salga de nuevo y marque el inicio de una nueva y sorprendente etapa.