jueves, noviembre 30, 2006

Una sociedad de autómatas

El valor más importante de toda sociedad o civilización es la educación. Es el mayor activo que poseemos y la mayor fuente de beneficios -a todos los niveles- con la que contamos. Con la educación se forma a las personas que serán responsables del mundo en lo venidero y la cultura, su fiel compañera, es el legado que dejamos para las futuras generaciones.
La educación y la cultura son el mejor método que poseemos para desarrollar las facultades y destrezas de las personas y se puede afirmar, por tanto, que son la más eficaz herramienta para que un sistema se mantenga en el poder siempre y cuando se controlen la de los pilares que lo sustentan.
Es por esta razón que la educación y la capacidad de dar a las cosas un significado son el arma que utilizan los grandes dirigentes -poderes políticos y grandes medios de comunicación y líderes de opinión- del sistema social y de organización sobre el que nos hemos establecido. Es el modo de tenernos “controlados”.
Lo importante es generar individuos que tiendan a mantener el sistema tal y como está configurado, de modo que estos importantes dirigentes mantengan su puesto y poder en el organigrama.
Da la sensación de que se está pretendiendo crear una sociedad de autómatas. Una sociedad en la que cada uno se preocupe sólo de sí mismo, de cumplir una serie de objetivos siguiendo un plan o esquema determinado sin pensar, ni decidir, ni plantearse opciones o alternativas. Se intenta eliminar el espacio para el razonamiento y en definitiva, para todo aquello que pueda llevarnos a cuestionar e intentar cambiar el sistema.
Es bastante incómodo pensar que nos intentan manipular o configurar desde pequeñitos. Menos mal que siempre tendremos un espacio en la mente en el que nadie puede entrar, en el que podemos hacer lo que queramos. Un espacio en nuestro interior que es tan intocable que es la esencia de nuestra libertad y que impide que esos poderosos tengan segura su posición para siempre. Gracias a Dios conservamos la esperanza porque, al final, siempre aparece alguna voz nueva, algún medio que realmente habla a la opinión pública con veracidad y verdad y que, incorruptible durante algún período de tiempo más o menos largo, logra despertarnos del letargo y hacernos luchar por el cambio.

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