martes, abril 13, 2010

Cólera

Había tenido una vida muy rica. Rica en el sentido de completa. Pese a tener sólo treinta años había vivido más que algunas personas de sesenta. Acabó la carrera, fundó su empresa, se casó y divorció muy rápidamente y desde entonces, no había parado de viajar por todo el globo. Y fue precisamente en uno de esos viajes en los que la muerte fue a su encuentro demostrando que alcanza a todos y que no entiende de razas, sexo, posiciones sociales ni colores.

Su madre no quería que fuera a África. Decía que nunca le veía, que nunca estaba en casa. Pero él era tozudo. No atendía a razones: había decidido que se iba a investigar para su empresa farmacéutica y eso era precisamente lo que iba a hacer. Él, que se creía intocable, él, el invencible; ahora sucumbía bajo el embiste mortal de la cólera.

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