Con mucha pereza alargó lentamente la mano y, palpando en el aire espeso de su habitación a oscuras, buscó el interruptor de la luz. Apenas había pegado ojo, sudando y retorciéndose en la cama con la boca pastosa toda la madrugada. Sin embargo, aunque desesperado, tenía ilusión: había superado sobrio esa primera noche y ahora se enfrentaba al primer día, el primero del resto de su vida.
jueves, abril 08, 2010
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